jueves, 10 de enero de 2008

En el restaurante chino

Hace un par de semanas estuve en un restaurante chino. En Alemania, por eso “restaurante chino” y no “chifa”. Chifas sólo hay en Perú. Mientras esperaba, contemplaba un acuario ubicado en el centro del restaurante y se me ocurrió llamar al mozo y preguntarle por qué razón tenían siempre acuarios en sus establecimientos, pensando yo que tendría algo que ver con alguna antigua creencia oriental, tal vez una forma de llamar a la buena fortuna, el dinero, y pensando que podría darse una breve conversación que se extendería a la disposición del acuario de acuerdo a los puntos cardinales, de acuerdo al Feng Shui y etcéteras.

Pero más grande que mi interés por la futura conversación fue finalmente la desilusión, cuando en tono muy amable, cuasi condescendiente, en un alemán bastante mejor que el mío, me dijo: “Es parte de la decoración”. Naturalmente insistí con el tema místico, luego de lo cual me explicó, muy servicial él: “Algunas personas tienen perros o gatos en sus casas, nosotros preferimos los peces”. Luego simplemente le agradecí su aclaración con otra sonrisa…Y al retirarme no le dejé propina…(Es broma).

La verdad estoy todavía seguro de que debe haber un motivo más allá de una simple decoración. Pero lo que pasó en el restaurante chino me hizo recordar algo sobre lo que tantas veces he reflexionado. Que muchas cosas muy complejas, tienen explicaciones muy sencillas, y que gran parte de la complejidad se debe únicamente a un “exceso de interpretación”, lo cual creo es una tendencia natural en la conducta del hombre.

Tomemos el caso de lo que sucede con muchos hallazgos arqueológicos, restos de civilizaciones antiguas y cosas por el estilo. Un ejemplo: El Tumi. Un cuchillo ceremonial, mágico. Y a pesar de que no he revisado el tema del Tumi a profundidad, estoy casi seguro de que se le da una amplísima gama de interpretaciones, asociaciones con rituales místicos, representaciones de dioses de la época dignos de veneración. El hecho es que cuando pensamos en ese Tumi que nos mostraban en las clases de Historia y que vemos en las enciclopedias y museos, envolvemos su imagen en una nube de misticismo y ya casi inconscientemente representamos dentro de nosotros una serie de imágenes impresionantes de ritos, costumbres y cosas maravillosas, y luego la pregunta de siempre: “Cómo habrá sido…?”

Reitero que el Tumi es sólo un ejemplo. El hecho es que no todo tiene que tener una explicación “inexplicable”, encerrar costumbres perdidas, u obligatoriamente ser sinónimo de “magia”. ¿Por qué no algo más sencillo? Como esto por ejemplo:

-Hola gordo. ¿Cómo estás?

-Bien mi Luna hermosa. No he olvidado que día es hoy. Sorpresa mi Lunita, espero que te guste.

-¿Qué es?

-Ábrelo, es algo que estuve haciendo para ti.

-¡Oh, es hermoso! Gracias mi gordo. Es un Tumi precioso. Es hermoso…Para mi tú eres el Inca. Dame un besito.

-Te doy dos mi Lunita. Sin ti el Ayllu no sería el mismo.

-Yo también tengo algo para ti. Espero que te guste.

-¡Es el Quero que vimos en el mercado y que me encantó!

-Para que tomes tu chichita.

-Te amo mi Lunita.

-Yo también a ti gordo.

DRAE:

*Quero: (Del quechua qiru). m. Vaso coloreado de madera que usaban en sus ceremonias los incas en el sur del Perú.

¿Y el pueblo? ¿Y para tomar su chicha? ¿Qué acaso no tenían derecho a tomar su chicha en vaso coloreado? Yo creo que sí. ¿Y el Tumi? Pa´ adornar la jato, pa´que la cueva esté pintona. ¿Por qué no? O también: ¿“Sabes qué hermano? No me vacila la pared, así como está toda calata”. “La podemos pintar, le hacemos unos dibujos bacanes de la gente chambeando, o guerreando. La clásica.” “No, ya lo tengo. Mejor le ponemos unas cabezas de puma así achoradazas saliendo de la pared, con colmillos y toda la vaina.” “Fácil, no se me hubiera ocurrido. Ya pues, vamos a consultar con el hombre a ver qué le parece la idea. Ojalá ahora no se cierre nomás, con el lanzón se les fue un poco la mano.”

El hombre tiene, como al menos creo yo, una natural tendencia y predisposición a complicar, al enredo y al exceso de interpretaciones. Esto en todos los aspectos de su vida y desarrollo. Tal vez en los ejemplos esta característica pueda significar para algunos algo de no mayor trascendencia, pero va realmente mucho más allá. Lo cierto es que ese “exceso de interpretaciones”, como me gusta llamarlo, es principalmente una de las grandes causas de conflicto. Lo fue en el pasado y lo es ahora, tanto a nivel de mínimas relaciones personales como en cuestiones políticas y de estado del más alto nivel.

Actualmente hay en Alemania una polémica debido a las declaraciones del primer ministro de Turquía, quien aquí en visita oficial exhortó a los jóvenes turcos residentes en Alemania (de los cuales hay alrededor de dos millones y medio) por un lado básicamente a no olvidar su identidad y raíces turcas pero por otro lado y entre otras cosas también a que aprendan el idioma local (elemental para su integración). Las respuestas no se hicieron esperar. Hubo reacciones de todo tipo. Por una parte, las de exceso de interpretación, las de recepción con predisposición a todas luces negativa:

- “El que posee la nacionalidad alemana debe prometer su lealtad a la nación alemana” (Angela Merkel).

- “Con esas declaraciones el primer ministro antepone la cultura e idioma turcos a los alemanes.”

- “No se debe intentar, como gobierno de Turquía, hacer política interna en Alemania.”

En contraparte comentarios, en mi opinión, algo más sensatos:

- Kurt Beck (SPD): “mediante el concepto de Integración no se pretende por el lado alemán de ninguna manera la exigencia de que los hombres que vienen de Turquía hacia nosotros tienen necesariamente que abandonar su integridad religiosa o cultural”.

- La posición de Claudia Roth (Verdes), que calificó el discurso de positivo y criticó más bien y con muchísima razón, que el actual debate sobre la integración está plagado de grandísimo desconocimiento. Y algo que no dijo Roth, pero que es para la mayoría obvio, el debate está influenciado también por pensamientos xenófobos.

En este caso, el obstáculo para una recepción “limpia” del mensaje esta lógicamente en ese tipo de ideologías, xenofobia, “ultranacionalismo” y otros del mismo conjunto.

Lo anterior va sólo un comentario, todos tenemos nuestras respetables ideologías y creencias, y no es el caso aquí analizar cuáles son las correctas y cuáles las falsas (tarea además imposible). Pero lo importante es que todos tenemos también, mientras nuestras normales facultades no estén perturbadas, todos tenemos, digo, la capacidad de predisponernos al buen diálogo, la capacidad de predisponernos a una recepción Positiva.

Es más allá de una simple objetividad. En el caso de una discusión la objetividad puede verse dejada de lado por las subjetividades que produce la defensa de la propia posición. Pero justamente en el caso de una discusión es que podemos esforzarnos también por asimilar las cosas de manera constructiva, lo que no tiene absolutamente nada que ver con ceder automáticamente o abandonar ciertas convicciones. Dejar de lado el exceso de interpretaciones y limitarnos a la única válida para lograr un resultado positivo, la cual es el sentido básicamente literal y lógico (en conjunto) de la información.

Finalmente nadie es capaz de poder leer el pensamiento y adivinar intenciones ocultas, cuando no resultan obvias, claro está. Las informaciones siempre se expresan de manera limpia. Los “agregados”, las interpretaciones y los excesos de interpretaciones provienen de los receptores, no del emisor, y, cuando negativos, cuando no teniendo la certeza de estar en lo seguro, va a ser siempre mucho mejor y constructivo dejarlos de lado.